aeafa

¿Quién protege a los menores del sistema de protección de menores?

  • 07/02/2018

Editorial extraído de la Revista Abogados de Familia, número 89. Resto de contenidos, sólo para socios.

Por José Gabriel Ortolá Dinnbier. Abogado de Familia. Tesorero de la AEAFA

Vaya por delante, debo confesarlo, que sufro de un incómodo rasgo caracterial sobre el que, aun teniendo sospechas de su padecimiento desde hacía mucho tiempo, no había tenido plena certeza moral hasta que me lo afearon mis hijos. Es bueno convivir con ellos porque, ya sabéis, las niñas y los niños suelen expresarse con sinceridad. Así, un día, y recuerdo que me lo soltaron a coro, me escuche un ¡jo, papá, es que nada te parece bien! Y fue, a partir de entonces, cuando asumí que padezco un rasgo de personalidad muy necesitado de corrección: la permanente insatisfacción e inconformismo con las cosas.


ALGO FALLA EN NUESTRO SISTEMA DE PROTECCIÓN DE MENORES. EL TRABAJO DE INTERVENCIÓN SOCIAL EN EL MEDIO FAMILIAR BIOLÓGICO DE LOS MENORES ES ANECDÓTICO


 Ya consciente de ello, y por tanto de mi discapacidad para una objetiva evaluación, creí que el pesimismo que desde hace tiempo me abruma, y que se viene incrementando con cada inmersión profesional que realizo en el ámbito de la protección de menores, tenía allí su lógica explicación. Sin embargo, reflexionando sobre ello, me argumentaba que esta tara mía no explicaba suficientemente lo que apreciaba en cada asunto sobre la materia al que me asomaba. Así, en todos ellos se reproducía un patrón común: actuaciones de la administración pública en que el interés del menor era, en algunos casos, difícilmente reconocible o, en otros, prácticamente imposible. Llegué a pensar que se trataba de la casualidad que, en el reparto profesional de los asuntos, se cebaba inmisericórdemente conmigo, abogado de poca paciencia y pronto a la exigencia de una justicia palpable e inmediata.

No obstante, en las reuniones de terapia que frecuento con grupos de autoayuda –es conocida la afición que mantenemos en nuestra hermosa profesión por estas terapias- he constatado la univocidad de aquella impresión mía y concluido, definitivamente, con que algo falla en nuestro sistema de protección de menores. Además, mi conclusión alcanzada se ha visto confirmada últimamente por noticias aparecidas en los medios de comunicación; así, han venido proliferando a lo largo de nuestra geografía las quejas sobre dicho sistema, al punto de que no creo que exista ni un solo defensor del pueblo o del menor, en sus variadas acepciones autonómicas, que no tenga sobre la mesa algún expediente abierto como consecuencia de ellas.

Aprovechando la posibilidad que me brinda este espacio, y comoquiera que me sirve al tratamiento médico prescrito para corregir mi defectuosa personalidad, paso a compartir mi análisis del problema.

Es fácil a cualquier jurista reconocer, por las indicaciones claras obrantes en la legislación nacional e internacional, cuál sea el principal interés de los menores en esta materia: el de poder desarrollarse dentro del ámbito familiar que le es propio biológicamente. Siendo así, su separación de este ámbito debe ser siempre excepcional, debiendo ponerse desde la administración competente aquellos medios tendentes a paliar cualquier impedimento para ello.


PARA MAYOR ESCARNIO DE LA FAMILIA BIOLÓGICA, LA HOJA DE RUTA DISEÑADA POR LA ADMINISTRACIÓN RESULTARÁ, MUCHAS VECES, TOTALMENTE INAMOVIBLE


Sin embargo, la experiencia en la materia nos permite concluir que el trabajo de intervención social en el medio familiar biológico de los menores es anecdótico. De tal modo, lejos de trabajarse desde los servicios sociales las dificultades familiares en orden a procurar dicha permanencia, las entidades titulares optan directamente por la adopción de medidas que pasan por la salida del menor de su medio familiar. El camino que le espera a este es, en demasiadas ocasiones, todavía más terrible que la propia separación familiar: ingreso en un centro residencial de lamentables condiciones, incorporación a una familia de acogimiento de urgente diagnóstico, cambio a otra familia de acogimiento permanente…

A partir de la adopción de la medida, la administración trabajará con la o las sucesivas familias receptoras del menor a quienes valorará, seguirá y retribuirá. Y mientras tanto, la familia de origen, que ya había sido ninguneada excluyéndola de ninguna intervención o ayuda previa, sigue siéndolo y se mantiene desaparecida del foco de trabajo de la administración. No se diseña para ella ningún plan de intervención que permita paliar y corregir aquellos aspectos disfuncionales que determinaron la separación familiar, desoyendo, de tal modo, la obligación de su protección social e impidiéndose así el retorno del menor a ella.

Es más, la administración, y ello da miedito, empieza a mantener una relación beligerante con tal familia a quien trata como verdaderos enemigos.

Y, para mayor escarnio de la familia biológica, la hoja de ruta diseñada por la administración resultará, muchas veces, totalmente inamovible. Pase lo que pase, hagan lo que hagan. Algún técnico ha diseñado un camino a recorrer que, por mucho que se empeñen y esfuercen en salvar las circunstancias que determinaron la medida, será inmodificable.


LA SEPARACIÓN DEL MENOR DEL ÁMBITO FAMILIAR DEBE SER EXCEPCIONAL. LA ADMINISTRACIÓN COMPETENTE DEBE PONER AQUELLOS MEDIOS TENDENTES A PALIAR CUALQUIER IMPEDIMENTO PARA ELLO


 Y para ello, es de sobra conocido, contará con la inestimable ayuda de un equipo técnico, normalmente contratado por la administración pública en concurso, que emitirá informes de complacencia adecuados para que el menor discurra siempre por el camino trazado en aquella hoja de ruta.

 Y es, en este punto, al observar el recorrido realizado por el menor y el daño que se le ha infringido, cuando se apodera de uno una gravísima sensación de impotencia, aderezada por un punto de rabia, y se pregunta si no hubiese sido mejor mantener al menor en su familia biológica, llegando a preguntarse ¿quién protege al menor de nuestro sistema de protección?

 Y, entonces, caes en la cuenta de que tú eres abogado y te dices, ¡ahí está mi lucha!